Cuando somos pequeñas, las niñas nos pasamos el tiempo con las muñecas, con esa Barbie que tanto hemos deseado, y ese Ken que aún debes comprar para crear una familia feliz.
Nos disfrazamos de princesas, vamos corriendo detrás de mamá para que nos deje usar su pintalabios de color rojo y pintarnos los labios de una manera u otra.
La bella durmiente cobró vida mediante Charles Perrault hace ya 3OO años, y en el actual siglo XXI seguimos creyendo en que un hermoso príncipe, Felipe, puede devolver a la vida a su chica.
Blancanieves tampoco se quedá atrás, porque una manzana es la causante de que la hayan dado su primer beso, que tontería ¿verdad?
Luego está la bonita Bella... que entre cientos de hombres se fija en su Bestia. ¡NADIE ES CAPAD DE ELLO!
Cenicienta, en mi opinión, es la más querida entre las princesas. Cuando yo era niña lloraba con su historia después de verla cientos de veces... es par amí, la más creible.
Y Ariel, convertida en humana por poder reunirse con el amor de su vida.
Todos tenemos sueños, y todas las personas nos sentimos identificadas con alguna película de amor. Algunas películas, de una forma u otra, son una especie de publicidad que vende los sueños de las personas... pero resulta que yo no quiero que me vendan sueños ajenos, simplemente quiero que se cumplan los míos.
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